Soy quejoso por naturaleza. Siempre le encuentro el pelo al huevo y, a falta de errores o problemas más graves, hago de un charquito una inundación…
A veces exagero un poco. Cuando mis compañeros de trabajo están –razonablemente- ya un poco hartos de mis cancioncitas plañideras les recuerdo, como para equilibrar un poco la balanza, que si bien me quejo
a) estoy en general encargándome activamente o lidiando con el problema, así que eso me da cierto derecho a una breve descarga emocional –a veces no es tan breve como debería-, y
b) estoy constantemente pensando y tratando de proponer soluciones –a veces peores que el problema, pero bueno… prueba y error, y sin error no hay prueba- y que
c) soy el primero en ponerle el hombro a cualquier intento de mejora, incluso cuando no crea que vaya a funcionar –probemos, con un poco de suerte me equivoque-.
Sí, a veces exagero y soy demasiado duro con algún temita en una solución que, en general, funciona bien. Pero bueno, es parte mi forma de motivar –correcta o no, efectiva o no, ésa es- y de motivarme a concentrarse no en lo que salió bien sino en lo que salió mal, que es lo que merece más atención.
Lo que es seguro es que es menos probable –a veces se requiere de más de un golpe- que me vuelva a dar con la misma piedra… aunque luego encuentre otra con la que impactar.
Por otro lado, hay personas en las que la queja es sólo eso, una queja. Una enumeración interminable de problemas, errores y malas decisiones que no las mueve a la acción o al cambio en lo más mínimo.
Estas personas piensan en el pelo antes de hacer el huevo. Como el “pelo a futuro” desmotiva, se quedan en la inacción y la queja se vuelve constante –porque sin acción nada cambia-, autosuficiente e inmortal.
Si es la queja la que lleva a la inacción o si es la excusa para la inacción, es imposible de saber. Pero es en todo caso indiferente, si el resultado es el mismo y es la nada.
Pero ojo, porque el quejoso no es mentiroso y no necesariamente tiene malas intenciones. Normalmente los problemas sobre los que la queja se asienta son reales, la práctica de la observación pasiva lo ha vuelto experto en su detección.
Así que –para mí- tampoco es prudente hacer oídos sordos a su cantinela. Lo que debemos evitar –a veces harto difícil- es quedar atrapados girando en la órbita de su parálisis.
Una solución imperfecta es siempre mejor que nada. Incluso una solución equivocada es mejor que nada, es una posibilidad menos en el camino de la prueba y error. Hacemos sistemas, no estructuras de concreto, y siempre podemos volver atrás y buscar otra salida. El tiempo insumido, al que usualmente calificamos de “perdido”, no será tal hasta que nos demos por vencidos.
4 comentarios:
Y cuando queres hacer algo mas que quejarte, pero no te dejan?
Frustración, desgano.. y mas quejas.
Quejoso!
Ufff.. por fin!!! que bien saber que esto no solo me pasa a mi.. ya somos dos... ahora sí ganamos la queja ;-)
@Omar: ya no podemos quejarnos de que "esto sólo me pasa a mí".
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