lunes, 23 de febrero de 2009

Frankenstein, el líder de proyecto (XI).

ATENCIÓN: ¡No sigas si no has leído la décima parte! Y si no has leído nada empieza por el principio.


[Resumen: El módulo de pago a proveedores se atrasa rebotando entre pruebas y correcciones. Los clientes presionan y Frankenstein se ve obligado a tomar cartas en el asunto. Instruye a su criatura que el módulo debe superar las pruebas “a toda costa”. Luego indica al líder de proyecto que complete la codificación superando los errores en la especificación de acuerdo a su criterio, tarea que no puede encargar a su programador por carecer éste, precisamente, de criterio.]

El líder de proyecto llegó temprano. Ordenó sus cosas, resolvió un par de cuestiones pendientes con los demás programadores, se preparó un café y charló un poco con todo el mundo.

Sentía la presión de su nueva asignación –terminar el módulo de pago a proveedores- pero algo lo alejaba de ese código. Extendía el rechazo que le provocaba el programador a su obra. Finalmente tomó impulso, se sentó y abrió el proyecto.

Tardó un poco más de lo esperable en presentarse en pantalla. Finalmente aparecieron ante sus ojos los archivos del proyecto: eran doce. Uno por cada pantalla. Y nada más.

Qué extraño –pensó-. Ahí están los formularios… ¿y el resto del código, los espacios de nombres, las clases, los módulos con funciones compartidas, las referencias?”.

Abrió el primer formulario. Se dirigió al código que lo controlaba. El entorno de programación dudó por un par de segundos (“¿Por qué está tan lento esto?”) y finalmente reveló su contenido.

El líder quedó inmovilizado, incapaz de reaccionar, de despegar los ojos de la pantalla. El botón de desplazamiento de la barra lateral de la ventana había alcanzado el mínimo. El formulario tenía… 86,042 líneas de código.

Abrió los demás… 93.402… 107.312… 85.324… en total… 1.032.510 líneas de código.

Quien lo hubiese visto en ese momento habría notado en su palidez, en sus manos inmóviles sobre el teclado, en el meñique derecho moviéndose apenas -“Page Down”… “Page Down”…-, el terror de un hombre que observa impotente el infierno que se abre bajo sus pies. “Qué… ¿qué es esto…?”.

Miró fijamente al programador, seguía tecleando impasible en la esquina opuesta de la oficina. Volvió a fijar la vista en la pantalla. Trató de reponerse… se dirigió al código que controlaba el botón “Aceptar” de uno de los formularios. Todo funcionaba en cámara lenta. Obviamente el entorno de desarrollo no estaba pensado para esto, toda la computadora parecía fuertemente sedada. Empezó a recorrer el procedimiento.

Todo estaba allí. Todo. El procedimiento tenía… 92,907 líneas. Comenzaba en la validación de cada uno de los datos de cada uno de los controles, seguían todas las operaciones y cálculos necesarios, las validaciones contra la base de datos, los mensajes, el reporte…

Todo estaba allí. No habían llamadas a otras funciones ni a librerías externas compartidas con los demás formularios. No había capa de datos, de negocio, de presentación. Todo estaba allí… todo y nada al mismo tiempo. Los nombres de los controles… “c1”, “c2”, “c3”… los nombres de las variables “i1”, “i2”, “i3”, “b1”, “b2”, “b3”… “i352”.

Los demás formularios estaban igual. Aquello era… ininteligible, intocable, inmodificable, basura.

Sintió que algo se quebraba dentro suyo. Una presión angustiosa comenzó a subir desde su estómago y se acumuló en su garganta. Finalmente, rojo de ira, levantó la vista al cielorraso y gritó con todas sus fuerzas:

- ¿Pero quién carajo es el monstruo que le enseñó a programar a este tipo?

Como todo en la criatura, sus habilidades de codificación provenían de Frankenstein. Nadie se lo había dicho nunca –tampoco hubo nunca necesidad de hacerlo-, pero todos sabían que programando era tan desastroso como eficaz. Hacía tiempo ya que cualquier aporte suyo había sido descartado y recodificado. Su código era ilegible.

Por algo había llegado rápidamente a líder de proyecto.

…continuará. Actualización: capítulo XII

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