miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lo que le pedimos a la facultad.

Corría el año '94, tenía 18 años, estaba terminando la secundaria en el Carlos Pellegrini y tenía que decidir qué hacer respecto a mis estudios universitarios: hacerlos, no hacerlos, qué carrera. Fui uno de los pocos que se anotaron para algunas reuniones de orientación vocacional. Éramos sólo dos con la tutora.

Si menciono todos esos datos es para intentar acercarle un reconocimiento a esa tutora cuyo nombre no recuerdo. Que todos los que han dedicado su tiempo a eso se sientan agradecidos de mi parte.

Sólo ahora, a la distancia, puedo entender qué tan importante fueron esas reuniones para mí. No sólo elegí mi carrera, decisión con la cual estoy más que conforme. Lo más importante, creo, fue el ajuste de mis expectativas con respecto a la carrera, antes de entrar a la facultad.

Digo esto porque durante las cursadas, luego en mi vida profesional y como ayudante, me es frecuente escuchar las mismas quejas respecto de la universidad. Digo "de la universidad" o "de la carrera" como institución o forma de aprendizaje, no de una universidad o carrera en particular. Creo que muchas de esas quejas parten de esperar de una carrera universitaria (podrían incluirse otros tipos de estudio) cosas que no puede dar.

Es repetida la frase "Fulanito es mejor (programador, analista, líder de proyecto, lo que sea) que Menganito y nunca fue a la facultad". Es que un diploma no pretende ni puede garantizar aprendizaje o conocimiento y mucho menos conocimiento actualizado.

De hecho una carrera no puede garantizar nada. Puede ofrecer, y está en cada uno tomar o no, y también cómo. Y "tomar" implica un esfuerzo activo. Otra de las frases, quejas o reclamos típicos: "eso no se dió en clase". Si el profesor es bueno tal vez no lo haya dado, pero seguramente lo ha mencionado, o más específicamente, incluido en los temas a evaluar. Esfuerzo activo implica tomar el tema, investigarlo, volver con preguntas, discutirlo, etc.

Y luego "no uso nada de lo que vi en la facultad" que tiene su raíz en una o dos situaciones: o esa persona no vio nada en la facultad, o luego no logró relacionar su trabajo con lo visto. Lo primero es, seamos sinceros, un poco imposible (¿nada? ¿en absoluto?). Es más fácil cargar contra la institución, sobre todo cuando la alternativa es responsabilidad propia.

Establecer una relación entre lo que la facultad ofrece y el trabajo profesional requiere y llenar los baches entre ambos es parte de ese esfuerzo propio necesario para ser un buen profesional.

Lo que sucede, arriesgo, es que cuesta superar el cambio de paradigma entre los primeros estudios (desde jardín de infantes hasta el final de la secundaria) y los universitarios. Algunos no lo hacen nunca.

En un principio estamos fuertemente guiados. Nos dicen qué hacer, se nos enseña mucho por repetición, o a través de ciclos guiados de prueba y error. Nuestra única responsabilidad es prestar el cuerpo (estar allí físicamente) y hacer lo que nos piden (léase: estudiar tal cosa, o hacer tal tarea). De a poco esas guías se van alejando de nosotros hasta que...

En la universidad desaparecen. Por lo menos en la mayoría de las materias que he cursado el profesor expone, da una guía de estudio o ejercicios, y se pone a disposición de los alumnos para dudas, correcciones, o lo que sea. Luego, al final, evalúa.

Me gusta decir en clase que la cursada es un carro del que los alumnos tienen que tirar para llevarlo a la meta. La iniciativa está de su lado. Puede haber algún empuje, un incentivo, un puntapié inicial. Pero cualquier intento de "empujar" por parte del profesorado termina, según lo que he vivido, en la repetición de una ceremonia que el alumno interpreta para aprobar y luego olvida.

¿Y qué es lo que ofrece una carrera? Algunas mejor otras peor, pero en esencia es sólo una base, conceptos iniciales. Digamos lo mínimo y un poco más para que luego, cuando sea realmente necesario, podamos investigar por nuestra cuenta.

Eso, contactos (que no es poco), diversidad de relaciones (cuando la hay, que es mejor), un idioma en común para comunicarnos mejor con otros profesionales (eso no se consigue fácil en ningún otro lado) y en nuestro caso -carreras de sistemas- una ventana a la vida profesional a través de la experiencia que podemos extraer de los profesores (digo extraer, vean dónde pongo la acción) que en su mayoría, además de dar clase, trabajarán en algo relacionado, o mediante pasantías o mecanismos similares.

Eso, y un papel que dice que por lo menos pudimos atravesar, de una manera o de otra, toda una serie de exámenes. En un principio, cuando estamos frente a alguien que no nos conoce salvo por esos papeles, y si nuestra experiencia no es precisamente deslumbrante, créanme, se vuelven importantes.

Pero nada es absoluto. No hay nada en una carrera que no se pueda conseguir por otras vías (experiencia, autoaprendizaje, todas las formas de iniciativa propia). Y hay que tener en cuenta que para muchas personas el método de una carrera universitaria no es el más adecuado a su propia personalidad, su forma de pensar y de aprender.

Esto último -para volver al principio y cerrar- es lo importante, y lo que obtuve de aquellas sesiones de orientación vocacional: conocer y estar más o menos seguro de que ésa era la forma de aprender que yo prefería.

Se las recomiendo a cualquiera que esté empezando, no importa qué tan seguro se sienta, de todas maneras no hay nada que perder.

5 comentarios:

Improbable dijo...

Porque soy un tipo jodido, tengo una cosa que recriminarle a la universidad/facultad/carrera o como quieras decirle. No que no me haya hecho mejor programador, ni que no me haya ayudado a ser mejor manager (cosas que en definitiva, no se si hizo o no), sino que la herramienta profesional más importante (y si me apurás, diría que muy importante en la vida) la conocí en otro lado, casi por casualidad y luego de la popularización de internet: me refiero al pensamiento crítico.

Al menos mi carrera tuvo poco de pensamiento crítico: criticar al profesor era algo así como una herejía (salvo honrosas excepciones de las que alguna vez hablé en mi blog)

AcP dijo...

Pero no es culpa de la institución...

Pasa (a mí me pasaba mucho al principio, espero que ahora menos) que si uno no está muy seguro... o digamos "suelto" al frente de la clase, trata de tener la última palabra siempre, más que nada para que no se descontrole... un tema de inseguridad por supuesto.

Es muy, muy difícil canalizar las críticas en clase, sobre todo cuando son correctas en contenido pero no en forma, cosa que pasa muy seguido.

Como alumno pensaba lo mismo que vos, después me dí cuenta de que habilitar una clase crítica es algo que sólo tienen los muy buenos profesores. Desde ese lado uno no se da cuenta de qué amenazadora se ve esa masa de ojos siguiéndolo a uno.

Improbable dijo...

Hace un tiempo hubiera contestado "si no podés defender una idea sin recurrir al argumento de autoridad, o no entendés bien la idea o la idea no tiene demasiado valor". Hoy soy más tolerante y tiendo a apreciar el aporte de mucha gente que, sin llegar a ser excelente en lo que hace, suma. Creo que uno se vuelve más tolerante cuando entiende que a uno también le perdonan la vida bastante seguido.

Por eso no es un ataque a los profesores (aunque el nivel de profesores que he tenido fue bastante pobre y más de uno se dedicaba y aún se dedica a esparcir pseudociencia), sino algo que me parece que la facultad podría dar con relativa facilidad y no: algo de entrenamiento en detectar falacias del discurso, en pensamiento crítico (algo tan simple como lo que decía arriba: el argumento de autoridad no alcanza, yo no tengo que demostrar por qué no sino el que propone debe demostrar por qué sí, y así siguiendo).

AcP dijo...

No es culpa de las ideas, es nuestra, de las personas, de los ayudantes y profesores... y a veces también de los alumnos.

Es decir, es el profesor que recurre a la autoridad, o el alumno que no la respeta.

El primer caso es claro. El segundo no tanto.

Por ejemplo, un alumno no entiende algo porque, claramente, no leyó lo mínimo para entender. Como hay otros 30 que sí, uno dice "bueno, leé primero tal cosa"... y es difícil decir eso sin que el otro se enoje y la siga... ¡en serio! ¿Y si la sigue? Bueno, en este caso hay que usar la autoridad, no se puede hacer que los otros se traguen una clase repetida por culpa de uno. ¿Y si no la respeta? Uf, todo se desmadra.

¿Y cómo hacer que no se desmadre? Cintura, es difícil, muy difícil.

Y así y todo, como vos decís, hay profesores que logran dar una clase en la que se discuta sin caer en esas situaciones. Yo veo un vaso medio lleno.

Improbable dijo...

Lejos de mi intención negar la existencia del personaje que cuestiona por ignorante y no por ser un apostol del pensamiento crítico (disculpeseme el oxymoron). Y ni hablar cuando este personaje toma la forma del utilitarista y pregunta y esto para qué me sirve?.

Pero aún así creo que nos estamos perdiendo una gran oportunidad en las universidades. Al fin y al cabo un profesor puede equivocarse 1000 veces y aún así saber más del tema que la inmensa mayoría de sus alumnos...

A fin de cuentas, qué nos provocará el miedo a la ignorancia?. Feynman (el del informe del Challenger) decía que él podía vivir sin saber. Tal vez, valga la pena intentarlo.