ATENCIÓN: ¡No sigas si no has leído la quinceava parte! Y si no has leído nada empieza por el principio.
[Resumen: con el sistema ya en producción y en medio de una calma absoluta, el departamento de SAC (Servicio de Atención al Cliente) recibe un informe de error de parte del área de pago a proveedores. El jefe de SAC revisa la base de datos del cliente y consulta al analista a cargo del proyecto, quien luego de confirmar el error renuncia precipitadamente.]
“Esto no hace más que confirmar mis teorías –pensaba Frankenstein luego de leer la carta del analista renunciante-. Este tipo está claramente desequilibrado, qué duda cabe. Se comporta normalmente hasta que un buen día empieza con problemas, se queja de la calidad de su propio trabajo, intenta eludir el compromiso… finalmente lo asume, trabaja a destajo para corregirlo, lo logra… y cuando todo es un éxito… renuncia. Así, sin más explicaciones salvo esta carta de agradecimiento…”.
Estaba de buen humor. Se sentía lleno de energías y nuevos proyectos. Las presentaciones y los informes le habían dado la oportunidad de ganar la confianza de clientes y accionistas y él la había aprovechado. El camino para su nuevo proyecto estaba prácticamente allanado.
“En un año, tal vez en menos –pensaba-, mi único problema, las personas, será sólo un mal recuerdo. El analista será el primero en ser reemplazado por una nueva criatura. El líder técnico está por irse, lo presiento, y será el siguiente. Con un aliado a la cabeza de cada área controlaré el desarrollo. No habrá que preocuparse por los demás, el que no se adapte será reemplazado”.
El jefe de SAC pasó por la puerta de la oficina, interrumpiendo sus ensoñaciones.
- Me imagino por tu buen humor que todavía no viste el reporte que ingresé ayer al sistema. Yo que vos apuraría eso.
Frankenstein ingresó al sistema y leyó el reporte. Dos veces. Con los codos apoyados sobre el escritorio y las manos tomándose la cabeza, bajó la vista y conoció el infierno. El mismo que ya habían atisbado el líder técnico y los demás programadores, sólo que desde otro punto de vista. Todo estaba, como había indicado el líder técnico, irremediablemente perdido.
- Imagino que ya leíste el reporte –el líder técnico, al tanto de la situación desde temprano, estaba ahora sentado frente a él.
- No entiendo… ¿cómo pasó esto?
- Ya te dije que el chico no piensa, que no tiene criterio, que sólo es un muy mal traductor, ni siquiera un intérprete. Supongo que… alguien… le habrá indicado que el módulo debía pasar las pruebas, que no debían verse más errores… o algo por el estilo. Supongo que fuiste vos, ya que no acepta órdenes de nadie más.
- Yo… yo le dije que…
- Le dijiste lo que terminó haciendo. El módulo funciona con los casos de prueba y no se ven errores. ¿No era eso? El problema es que sólo los casos de prueba funcionan y que jamás muestra errores. Así que ahora hay que decirle al cliente que todo el sector de pago a proveedores estuvo un mes entero ingresando datos en un sistema que simplemente los descartaba silenciosamente, que no sabemos por qué, y que tampoco sabemos cómo solucionarlo rápidamente.
- Voy a pedir la documentación de respaldo… les digo que la necesitamos para verificar… lo que sea. Decíle a los programadores que la vayan ingresando al sistema manualmente. Mientras corregí el módulo.
El líder técnico tenía emociones encontradas. Por un lado se sentía íntimamente reivindicado por los acontecimientos. Su visión del mundo se había tambaleado, pero finalmente prevalecido. Lo tranquilizaba el confirmar que aquello que para él era importante lo era también realmente.
Pero al mismo tiempo había confirmado un fracaso, uno importante e inesperado, no sólo personal sino colectivo (todos los éxitos y los fracasos son colectivos, sólo que los primeros suelen ser apropiados por alguien y la responsabilidad de los segundos suele quedar diluida). No sólo Frankenstein se había equivocado con la nueva incorporación y la asignación de responsabilidades. Los gerentes la habían aceptado, los programadores fueron indiferentes, el analista sometido a la voluntad de un programador menos que mediocre y él mismo no había revisado la marcha del módulo hasta demasiado tarde… y encima se había dejado convencer, a pesar de toda su experiencia, de que aquello había funcionado.
“Es hora de aceptarlo y dejar que las cosas caigan por su propio peso”, pensó.
- Er… no –el líder técnico se sentía incómodo. De alguna manera Frankenstein siempre lograba obligarlo a apretar el freno antes que frenar él mismo cuando hubiese correspondido-.
- ¿Cómo?
- Mirá, tenés un equipo de programadores, no los voy a poner a cargar datos… aunque probablemente el nuevo no tenga problema en hacerlo, creo que es el hombre para la tarea. De todas maneras el módulo es, aparte de inútil como su creador, ininteligible e inmodificable.
- Pero tenemos que hacer algo…
- Odio tener que decirlo de esta manera, pero… “Tenemos” me suena a manada, eso ya no es mi problema.
- ¿Qué me estás diciendo?
- Mi trabajo es arreglar este desastre. Arreglarlo en serio, no seguir dando manotazos de ahogado en medio de un pantano, y eso lo que voy a hacer. Desgraciadamente los tiempos y los costos no serán del agrado de nadie, no esperes milagros. Esta es la realidad, y hacer que gerentes, clientes y usuarios la entiendan y acepten es tu trabajo, no el mío.
Frankenstein calló.
El líder se retiró e inmediatamente reunió al equipo de programadores.
- Volvemos a 0. Necesitamos recodificar el módulo de proveedores, lo más rápido posible. Así que todos vamos a trabajar en ello. Lean las especificaciones, mañana a primera hora vemos cómo distribuirnos las tareas.
- ¿Él va a participar? –La pregunta se refería a la criatura, que continuaba aislada en su rincón. El líder la miró. De algún modo percibió que estaba prestando atención, que lo sucedido no le era indiferente. Dudó por unos instantes.
- No –“Y realmente lo siento”, pensó.
…continuará. Actualización: capítulo XVII.
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