martes, 17 de febrero de 2009

La interfaz del usuario en un sistema de gestión.

Hablando puntualmente de sistemas de gestión tenemos en realidad varias interfaces de usuario:
  1. Orientada a la captura de datos.
  2. Orientada a la obtención de información.
  3. Orientada al análisis o búsqueda de información.

Recorramos cada una de ellas.

Orientada a la captura de datos: El usuario es un operario o empleado abocado a una tarea cuyo foco está fuera del sistema de gestión: atender a un cliente, a un proveedor, pagar una factura, recibir materiales. Otra posibilidad es que la carga de datos sea el objetivo en sí mismo (un data entry).

En el primer caso contamos con la mínima atención por parte del usuario, que tal vez ni siquiera mire la pantalla. En el segundo estará concentrado en el ingreso y verificación y su atención al resto de la pantalla será nula.

Lo esperable es una infinidad de pantallas prácticamente iguales, los clásicos ABM o CRUD. Aquí la regla número uno es simplemente no innovar. El usuario probablemente trabaje o haya trabajado con otros sistemas de gestión y espera algo muy específico: dato – [enter o tab] – dato – [enter o tab] – dato – [enter o tab] – fin. Cualquier cosa que se aparte de este camino le resultará molesta y probablemente inútil.

Este escenario sugiere el minimalismo, la simplicidad absoluta en el diseño de la interfaz. Esto coincide con las necesidades del desarrollo: es casi imprescindible generar estas pantallas a través de algún método en el que se ingresan los campos necesarios y la pantalla se genere automáticamente, asegurando la consistencia en el método de ingreso.

Orientada a la obtención de información: Nuevamente el objetivo central no es la información en sí. Será el control de la facturación, del inventario, de un envío o despacho de mercadería, etc. Son informes estándar, rutinarios y usualmente orientados al control de la operación.

Debería primar el minimalismo. Pocas opciones, pocos datos, y dispuestos de manera tal que facilite el control para el que fueron diseñados.

Aquí es donde fallan algunos sistemas. Estos reportes son usualmente puestos en la misma bolsa de los reportes de análisis, cuyo objetivo es otro (ya veremos). Es cuando el usuario se encuentra con un sinfín de posibilidades (vendidas como reportes “personalizables”, “configurables”, “autocustomizables” u otra palabra más o menos rara) en un momento poco oportuno. Si la tarea es rutinaria, ¿por qué el sistema me pregunta cada vez qué es lo que quiero?

Otras veces el reporte entorpece más de lo que ayuda, usualmente por algún detalle menor, que se vuelve terriblemente molesto.

Caso típico: el orden. Un ejemplo que me toca de cerca: cada vez que voy a buscar el recibo de sueldo me preguntan por el número de legajo que, obviamente, nunca recuerdo. Así que doy la única información de la que dispongo: mi nombre. Se imaginarán lo que sucede: hay que buscar secuencialmente entre todos los recibos, una y otra vez.

La “solución” a veces viene en forma de parche delirante: una segunda lista de empleados ordenada por nombre. Primero se busca allí el legajo, luego en la pila de recibos el correspondiente… un índice. Se le ha transferido al usuario parte del trabajo de la base de datos. Debería transferírsele también parte del sueldo del analista que diseñó el reporte.

La “customización” debería estar del lado del desarrollo, o de la parametrización, pero en todo caso del lado del proveedor de software. Al fin y al cabo éste debería ser producto de las horas de análisis funcional presupuestadas.

Muchas veces, amparado bajo el rótulo de “informes configurables”, el proveedor de software transfiere parte del análisis funcional al cliente -o lo que es peor, al usuario- al desligarse de la responsabilidad de decirle al sistema qué es lo que necesita. Esto no será un defecto siempre y cuando esa transferencia de costos se refleje en la factura del software.

Sin embargo, el problema de transferir esta decisión al usuario final es la posibilidad constante de error. Si para cada operación de control se solicitan más parámetros de los estrictamente requeridos para el reporte, un error en el ingreso de éstos es un error en el control.

Si se transfiere la responsabilidad al cliente –no al usuario, al cliente- y el personal -no necesariamente expertos en la administración del sistema- se equivoca en el armado de un reporte customizable podrían estar viciadas todas las operaciones de control derivadas.

Éstos son los “ABM” de los reportes. También deberían ser generados automáticamente durante el desarrollo. Es, en mi experiencia, la opción más simple.

Otra posibilidad, que dependiendo de las circunstancias podría llegar a ser más compleja o no, sería la creación de un módulo de reportes configurable. Pero… ¿no estaríamos recreando de alguna manera una herramienta de reporting, pero con menos posibilidades y orientada a un negocio específico? ¿no estamos reinventando la rueda? ¿no sería más simple utilizar una herramienta ya existente y entregar los reportes ya armados? No hay respuestas únicas. Pero éstas son preguntas que siempre deben estar presentes en la decisión.

Orientada al análisis o búsqueda de información: En este caso el usuario es un gerente, un ejecutivo de alto nivel, enfocado hacia el negocio, no hacia la operación. No sabe qué es lo que quiere, simplemente busca. ¿Qué busca? Muchas veces no lo sabe. Una variación, una anomalía, un producto que se desenvuelve mejor en un área que en otra (¿cuál? ¿en dónde? ¿por qué?).

Es, muchas veces, quien ha decidido, decidirá o puede decidir la compra, la adopción o la continuidad del software. Es El Cliente, con mayúscula.

Éste es el mundo de la “información estratégica”, y es aquí donde puede lucirse un sistema de gestión. Y puede hacerlo de dos maneras:

  1. Mostrando un conocimiento profundo del negocio, presentando reportes de análisis desconocidos para el usuario-cliente con información relevante.
  2. Presentando una interfaz que le permita navegar intuitivamente, buscar y encontrar aquélla información tan valiosa.

Para el equipo de desarrollo el primer camino es el de la experiencia, el segundo el de la pericia, la creatividad y la inversión en interfaces de usuario (los usuarios de Google Analytics sabrán a qué me refiero con pericia, la interfaz es bastante simple y permite hacer prácticamente cualquier cosa).

Las herramientas de data warehousing o almacenes de datos son una posibilidad, pero usualmente demasiado complejas para este tipo de usuarios. El desafío es adaptarlas de acuerdo al perfil concreto del cliente y del negocio en el que se desenvuelve. Delegar esta tarea en el cliente mismo, si bien es posible, implica arriesgar aquella funcionalidad en la que se podría marcar la diferencia.

En resumen: un sistema de gestión puede ser enorme, pero su desarrollo puede ser prácticamente automático. La energía debería concentrarse en las herramientas de generación automática (para las interfaces de ingreso de datos y reportes de control) ganando en bajo coste y velocidad en el desarrollo, y en la interfaz de análisis estratégico, donde puede diferenciarse de los demás productos o encontrar un nicho de negocio protegido.

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