Corría el año '94, tenía 18 años, estaba terminando la secundaria en el Carlos Pellegrini y tenía que decidir qué hacer respecto a mis estudios universitarios: hacerlos, no hacerlos, qué carrera. Fui uno de los pocos que se anotaron para algunas reuniones de orientación vocacional. Éramos sólo dos con la tutora.
Si menciono todos esos datos es para intentar acercarle un reconocimiento a esa tutora cuyo nombre no recuerdo. Que todos los que han dedicado su tiempo a eso se sientan agradecidos de mi parte.
Sólo ahora, a la distancia, puedo entender qué tan importante fueron esas reuniones para mí. No sólo elegí mi carrera, decisión con la cual estoy más que conforme. Lo más importante, creo, fue el ajuste de mis expectativas con respecto a la carrera, antes de entrar a la facultad.
Digo esto porque durante las cursadas, luego en mi vida profesional y como ayudante, me es frecuente escuchar las mismas quejas respecto de la universidad. Digo "de la universidad" o "de la carrera" como institución o forma de aprendizaje, no de una universidad o carrera en particular. Creo que muchas de esas quejas parten de esperar de una carrera universitaria (podrían incluirse otros tipos de estudio) cosas que no puede dar.
Es repetida la frase "Fulanito es mejor (programador, analista, líder de proyecto, lo que sea) que Menganito y nunca fue a la facultad". Es que un diploma no pretende ni puede garantizar aprendizaje o conocimiento y mucho menos conocimiento actualizado.
De hecho una carrera no puede garantizar nada. Puede ofrecer, y está en cada uno tomar o no, y también cómo. Y "tomar" implica un esfuerzo activo. Otra de las frases, quejas o reclamos típicos: "eso no se dió en clase". Si el profesor es bueno tal vez no lo haya dado, pero seguramente lo ha mencionado, o más específicamente, incluido en los temas a evaluar. Esfuerzo activo implica tomar el tema, investigarlo, volver con preguntas, discutirlo, etc.
Y luego "no uso nada de lo que vi en la facultad" que tiene su raíz en una o dos situaciones: o esa persona no vio nada en la facultad, o luego no logró relacionar su trabajo con lo visto. Lo primero es, seamos sinceros, un poco imposible (¿nada? ¿en absoluto?). Es más fácil cargar contra la institución, sobre todo cuando la alternativa es responsabilidad propia.
Establecer una relación entre lo que la facultad ofrece y el trabajo profesional requiere y llenar los baches entre ambos es parte de ese esfuerzo propio necesario para ser un buen profesional.
Lo que sucede, arriesgo, es que cuesta superar el cambio de paradigma entre los primeros estudios (desde jardín de infantes hasta el final de la secundaria) y los universitarios. Algunos no lo hacen nunca.
En un principio estamos fuertemente guiados. Nos dicen qué hacer, se nos enseña mucho por repetición, o a través de ciclos guiados de prueba y error. Nuestra única responsabilidad es prestar el cuerpo (estar allí físicamente) y hacer lo que nos piden (léase: estudiar tal cosa, o hacer tal tarea). De a poco esas guías se van alejando de nosotros hasta que...
En la universidad desaparecen. Por lo menos en la mayoría de las materias que he cursado el profesor expone, da una guía de estudio o ejercicios, y se pone a disposición de los alumnos para dudas, correcciones, o lo que sea. Luego, al final, evalúa.
Me gusta decir en clase que la cursada es un carro del que los alumnos tienen que tirar para llevarlo a la meta. La iniciativa está de su lado. Puede haber algún empuje, un incentivo, un puntapié inicial. Pero cualquier intento de "empujar" por parte del profesorado termina, según lo que he vivido, en la repetición de una ceremonia que el alumno interpreta para aprobar y luego olvida.
¿Y qué es lo que ofrece una carrera? Algunas mejor otras peor, pero en esencia es sólo una base, conceptos iniciales. Digamos lo mínimo y un poco más para que luego, cuando sea realmente necesario, podamos investigar por nuestra cuenta.
Eso, contactos (que no es poco), diversidad de relaciones (cuando la hay, que es mejor), un idioma en común para comunicarnos mejor con otros profesionales (eso no se consigue fácil en ningún otro lado) y en nuestro caso -carreras de sistemas- una ventana a la vida profesional a través de la experiencia que podemos extraer de los profesores (digo extraer, vean dónde pongo la acción) que en su mayoría, además de dar clase, trabajarán en algo relacionado, o mediante pasantías o mecanismos similares.
Eso, y un papel que dice que por lo menos pudimos atravesar, de una manera o de otra, toda una serie de exámenes. En un principio, cuando estamos frente a alguien que no nos conoce salvo por esos papeles, y si nuestra experiencia no es precisamente deslumbrante, créanme, se vuelven importantes.
Pero nada es absoluto. No hay nada en una carrera que no se pueda conseguir por otras vías (experiencia, autoaprendizaje, todas las formas de iniciativa propia). Y hay que tener en cuenta que para muchas personas el método de una carrera universitaria no es el más adecuado a su propia personalidad, su forma de pensar y de aprender.
Esto último -para volver al principio y cerrar- es lo importante, y lo que obtuve de aquellas sesiones de orientación vocacional: conocer y estar más o menos seguro de que ésa era la forma de aprender que yo prefería.
Se las recomiendo a cualquiera que esté empezando, no importa qué tan seguro se sienta, de todas maneras no hay nada que perder.