lunes, 12 de enero de 2009

Una relación entre innovación y estructura de la empresa.

“By me”, por supuesto. Que quede claro que ésta es una visión basada más en mi insomnio veraniego que en contenidos académicos.

La definición de la RAE nos indica que innovación es la

creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado.

Apoyándome en ésta definición es que quisiera someter a juicio una interpretación mía, a ver qué les parece.

En el centro de todo esto está la idea de que por definición innovar implica un rendimiento económico. Dice “producto” y “mercado”, indicando con esto un objetivo último: obtener o maximizar beneficios.

Así, Innovar = crear + producir + vender. No alcanza con crear algo nuevo, sino que hay que producirlo e introducirlo en un mercado (venderlo). Y hay que hacerlo por beneficios, no por amor al arte.

Las empresas, por definición, no intentan crear nuevos productos y servicios sino que intentan innovar (las que lo hacen, claro). La búsqueda del beneficio es lo que las define como tales y es lo que hace la diferencia. Esta búsqueda de beneficio no está presente en el término “creación” y sí lo está en “innovación”.

¿La letra dura nos dice, por ejemplo, que si estoy jugando con un nuevo lenguaje de programación no estoy innovando? Sí, creo que dice exactamente eso. Puedo estar aprendiendo o creando, pero no estoy innovando. No busco introducir un nuevo producto a un mercado para obtener un beneficio. Aún si lo estuviese intentando, innovar implica hacerlo con éxito, no intentarlo.

Entiendo que “jugar” es una parte importantísima e indispensable del proceso que nos lleva a la innovación (es la parte de creación) pero no es innovación per sé. Faltan los demás elementos. Y falta el éxito.

Se me ocurre que el fracaso en la innovación por parte de muchas empresas recae justamente en no entender ésta última ecuación.

Normalmente en la base de la pirámide los empleados no tienen incentivos para innovar (y algo más, ya llego).

Innovar implica la búsqueda de un beneficio económico derivado de la introducción al mercado del producto, y el empleado está excluido de la mayor parte de ese beneficio por definición. ¿Hay muchos empleados que se alegren sinceramente de que la empresa gana 1000k en vez de 500k? En todo caso yo creo que estamos más contentos cuando nuestro sueldo sube de 0,10 a 0,12k.

El empleado cobra un fijo que se mantiene mientras la empresa siga viva, innove o no. En todo caso, la motivación para innovar dependerá de qué tan convencido esté de que la innovación es vital para la empresa y, por tanto, para la continuidad de su trabajo.

En este nivel, por otro lado, la base del conocimientos es técnico, no de negocios. Así que la mayoría no está orientado a la innovación, por falta de visión y técnica de negocio (recordemos que innovar implica éxito por lo menos en lanzar el producto al mercado).

Incluso puesta en duda la vida de la empresa sin innovación, un empleado podría preferir irse antes que ponerse a pensar en cómo innovar. Esto implicaría ponerse a pensar en cómo obtener un beneficio económico… del que, de obtenerse, sólo le tocaría una mínima parte.

Los empleados de este nivel, en todo caso, crean. ¿Por qué? Por lo que decíamos en A great place to work y en Aprendizaje e Innovación: la creación es una actividad motivadora y representa un beneficio (el conocimiento) con el que el empleado sí se queda en su totalidad (por más que la empresa también se beneficie económicamente de ello).

Así que algunos crean porque la creación (no la innovación) y el aprendizaje los motiva. A otros no, y entonces simplemente hacen su trabajo por dinero. Es decir, simplemente producen. He aquí los dos motivadores de los que hablamos siempre: un buen entorno laboral (en todo sentido, incluyendo posibilidades de aprendizaje) y una buena paga.

Así que en esta visión, muy de empresa de sistemas, la base de la pirámide aporta la creación y la producción.

Faltan los negocios. Es en el medio de la pirámide donde el innovar se convierte en un objetivo laboral: un ejecutivo debe tomar la creación, seleccionarla y encauzarla con un sentido económico y dirigirla hacia los que producen para construir un producto concreto y rentable.

El ejecutivo medio es un empleado que es evaluado por su éxito en los negocios. No por la creación de un producto distinto a todos los demás sino por el éxito de ese producto en el mercado, por la innovación que produce medida en términos de ese objetivo que la caracteriza: el beneficio económico. Los productos exitosos no son los innovadores. Los productos exitosos son los que dan un buen beneficio. En el mundo de sistemas de hoy, ese beneficio se debe gran parte a la innovación. Pero no todo, que aplicaciones de nómina hay muchas.

La motivación de los empleados de nivel medio -los ejecutivos- para innovar es que su continuidad laboral depende de ello si el mercado lo exige, ya que a través de ello se lo evalúa. Usualmente aparece un extra a través de la participación (mayor que en la base pero de todas maneras mínima en cuanto al global) en los beneficios.

Si el mercado no lo exige no estarán motivados a innovar, para frustración de los “creativos” de la base, que se encontrarán estancados, y alegría de los “productores”, que en un ambiente estable estarán más tranquilos.

Volvamos a los empleados de la base. ¿Y aquellos que sí tengan una orientación de negocios?  Lo que sucede con ellos es muy común: ascienden para ocupar cargos ejecutivos. Si conjugan las dos orientaciones (visión técnica + de negocios) pueden innovar por ellos mismos, así que se van para trabajar en forma independiente. Esto aumenta la tendencia hacia lo puramente técnico del sector.

¿Y al tope de todo, en el ápice de la pirámide? Allí tampoco hay innovación, si es que pensamos en una junta de accionistas, por ejemplo. Allí sólo hay búsqueda de beneficio, inversión. No hay suficiente conocimiento técnico, hay una gran comprensión del negocio en su estado más abstracto y puro: el dinero, el capital, el interés, el plazo, el retorno de la inversión, el rendimiento.

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